HERENCIAS
PRESENCIA: NeweN
Hoy me puse una chaqueta que había desechado por sentir que me no era mía, que me sobraba de ancho o largo, de color o tela, pero seguía colgada en mi closet, protegida.
Me la probé, una vez más, y esta vez sentí que era mía, el largo de mangas, la espalda, el cierre de los botones, todo calzaba. Como no soy animista, y la chaqueta en cuestión no había sufrido transformación alguna, entendí que el que había cambiado era yo hasta ajustarme a ella. Luego de agradecer al azar de haber elegido esa chaqueta, trasladé mis llaves e identidad a sus bolsillos, en uno de ellos encontré algo que había guardado o dado perdido hace tiempo; un encendedor de oro con precioso relieve.
Al igual como cuando hay un apagón y uno ingresa en la habitación a oscuras con el acto reflejo del clic en el interruptor, hice clic en el encendedor y esta vez prendió, iluminándose todo, hacia delante y atrás. Ahí recordé por qué estaba la chaqueta en custodia, y el bolsillo como cofre guardando la chispa. Me miré al espejo con la chaqueta reluciente, exacta para mí, y clic, chispa, luz, llama, fuego e imagen.
Me dormí con la chaqueta puesta y el encendedor en la mano, con los ojos cerrados imaginando que con cada clic los años pasaban por mí y la tela, y ambos, seguíamos el mismo proceso de vejez.
Con esa chaqueta quiero vivir, y con ella quiero que me entierren.
El encendedor lo legaré a quien tenga la magia para esperar el momento exacto del clic.
Hoy me puse una chaqueta que había desechado por sentir que me no era mía, que me sobraba de ancho o largo, de color o tela, pero seguía colgada en mi closet, protegida.
Me la probé, una vez más, y esta vez sentí que era mía, el largo de mangas, la espalda, el cierre de los botones, todo calzaba. Como no soy animista, y la chaqueta en cuestión no había sufrido transformación alguna, entendí que el que había cambiado era yo hasta ajustarme a ella. Luego de agradecer al azar de haber elegido esa chaqueta, trasladé mis llaves e identidad a sus bolsillos, en uno de ellos encontré algo que había guardado o dado perdido hace tiempo; un encendedor de oro con precioso relieve.
Al igual como cuando hay un apagón y uno ingresa en la habitación a oscuras con el acto reflejo del clic en el interruptor, hice clic en el encendedor y esta vez prendió, iluminándose todo, hacia delante y atrás. Ahí recordé por qué estaba la chaqueta en custodia, y el bolsillo como cofre guardando la chispa. Me miré al espejo con la chaqueta reluciente, exacta para mí, y clic, chispa, luz, llama, fuego e imagen.
Me dormí con la chaqueta puesta y el encendedor en la mano, con los ojos cerrados imaginando que con cada clic los años pasaban por mí y la tela, y ambos, seguíamos el mismo proceso de vejez.
Con esa chaqueta quiero vivir, y con ella quiero que me entierren.
El encendedor lo legaré a quien tenga la magia para esperar el momento exacto del clic.
Newen
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio