jueves, 15 de septiembre de 2011

Me huele la tierra a demasiada palabra repetida, me huele a estómago revuelto y mal aliento. Ignoro que ha comido la piedra y río. Sé de la muerte del puma en la montaña, de la mariposa que ha quedado electrocutada, de espinas del crucero, pero también levanto la cabeza y veo verde que brota, y si el oído es lento cantan los grillos. Las sanjas para las rocas, las quebradas para la cascada y los ojos mansos para el corazón tranquilo