viernes, 30 de septiembre de 2011

Cada día fue retrocediendo en el tiempo, con cada amanecer avanzaba hacia atrás cincuenta años.
Esa mañana despertó en el Tribunal del Santo Oficio. Sentía náuseas, vivía entre dos realidades que se hablaban, se sonreían, mantenían relaciones políticas, sociales, sentimentales. Se sentaban a la mesa, se colaboraban deportivamente, como naciones hermanas.
Sólo ella sabía la trampa mortal que asechaba la olía como la presa huele en el campo a su depredador . Sabía que los tiempos de tortura habían vuelto quizás cuando abrió el libro, o quizás, cuando miró hacia atrás la noche de las velas.
Esos años de la desesperación por retener el credo a la fuerza, a costa del potro de la toca, ya estaban ahí y era ella la primera víctima con el horror de presentir que también era la única. Ahí estaba todo, por fin esa mañana temida había llegado como una pesadilla envuelta en el engañoso perfume de una primavera que a nadie parecía diferente.