sábado, 21 de enero de 2012

Miraba por la ventana por donde entraba la luz que encendía sus ojos. No era sepia , era dorado café crepúsculo, color madera olor a cedro. Al parecer tenía un brazo apoyado en el borde de la ventana. Era una imagen parlante, pegada en una agenda olvidada en la barra de aquel bar, que en su idioma universal, me hablaba en ruso y yo traducía al alemán en perfecto castellano.