domingo, 2 de septiembre de 2012

Este es el vestido que revela  mi piel
                      desde que aparecí debajo del árbol.

Río que fluye,
                         baja,
que lucha contra el origen de las piedras.

No otra cosa más, que pupilas pendientes,
como las de un niño
aguardando que algo fantástico baje del cielo
y lo mire
                y le hable.

De esta misma diáfana forma
busco yo
una de aquellas arterias cándidas,
que aveces jugando
        se desprenden del sol.

Y tu deseas oírme,
deseas tocarme,
y yo intentando estrellarme
contra la paz azul de mi sombra,
esperando por la rendija del tiempo,
desvalijar remotos embrujos,
podridas quimeras.