miércoles, 16 de diciembre de 2009

TCHAIKOVSKY


De pequeña, se solazaba espiando por la ventana el gran salón de la vieja casona. En aquel lugar, una señora delgadísima, de cuello largo y moño, impartía clases de ballet a niñas de su misma edad. Podía quedarse horas, hipnotizada admirando aquellos diminutos trajecitos de tul, las suaves y singulares zapatillas, que se prolongaban trenzadas por las pantorrillas, tal como lo hacían las guías de enredadera, en los naranjos del jardín de su casa. Y la música, cuyos acordes la estremecían cada vez que las primeras notas de Tchaikovsky comenzaban a sonar, donde quiera que fuese.
Con siete años pegados al vidrio del ventanal, se trasladaba mentalmente al interior del recinto. Por unos minutos, se sentía parte del racimo de ninfas que giraban en aquel Olimpo, deslizándose por el piso de madera, que no era más que un gran lago donde los cisnes, iban aprendiendo a nadar, a volar, contorsionarse, mientras sus pulmones se llenaban de notas blanca y negras.
En aquel atemporal entorno, se multiplicaban imágenes y sueños. Las luces provenientes de una enorme lámpara de bronce, trasformaba los atardeceres en luminosos días de cuento. Era un templo secreto, donde se guardaban celosamente las nueve musas canónicas.

En la medida que fue haciéndose mujer, los atares de la vida la llevaron por caminos muy opuestos a ese primario contacto con el arte.

Esa tarde subió al bus, ignorando cuando volvería a la cuidad e incluso, si alguna vez lo haría. Las lágrimas se las tragó estoicamente. Dejaba atrás muchas vivencias, entre ellas la más hermosa y vital de todas. Una historia de amor, la única que vivió desde las entrañas.
Llegó desde el otro extremo del mundo, en pocos días debía regresar a su país, a su vida, a su historia. Se conocieron una noche de noviembre, y bastaron sólo tres más para estar ciertos, que jamás en la vida podrían olvidarse. Se amaron intensamente a tal punto, que el adiós irremediable se hizo mudo, latente, trasformado en una eterna espera.
Trascurrido un tiempo de viaje pegó la frente al vidrio. El bus avanzaba mientras su vida comenzaba a trazarse en una hoja en blanco.
Hileras de álamos pasaban frente a sus ojos, el horizonte estaba cortado a tijeretazos irregulares entre los cerros y el cielo.. De pronto las notas del “ Concierto para violín” de Tchaikovsky, comenzaron a fluir de sus recuerdos, amalgamando perfectamente con ese mundo verde heterogéneo, que pasaba sin moverse tras la ventanilla.
Instintivamente volvió la danza a su mente, la música absorbió la realidad, dejando ese momento, flotando en un espacio ignoto, entre fronteras abiertas y espacios infinitos. Se sintió llevada por el aire, más allá de ese bus, más allá de la objetividad, danzando con pasos que jamás había aprendido.
Subió por los cerros en giros volados.
Se sintió ángel, al deslizarse literalmente “en l' Aire”, sin perder la nota.
Se perdió en magníficos “cabriole”, por las copas verdes de los aromos.
Logró “adagios” perfectos en el marco de goma de su ventana y jugueteó graciosamente en los verdes prados haciendo “changement.”.

Se despertó sobresaltada cuando sonó el timbre. Miró el reloj en la muralla, eran las once de la noche, pasó revista con la mirada a la mesa que estaba dispuesta para varios comensales y esmeradamente adornada con motivos navideños. Arregló su pelo en el espejo al pasar por el pasillo y abrió la puerta. Ahí estaban todos. Se abrazaron con alegría y los niños corrieron al árbol a buscar sus regalos . Ella miró con satisfacción los años bien puestos en sus hijos, en sus nietos.
A las doce de la noche intercambiaron regalos. Entre la algarabía propia del momento, nadie percibió que ella, se había alejado unos pasos. Observó con curiosidad aquella caja envuelta en género de tul, la abrió lentamente, observó su contenido mientras sus ojos se llenaban de ternura. Suavemente extrajo de su interior un hermoso cascanueces, y una tarjeta que al abrirla, reprodujo la música del ballet de Tchaikovsky. La tarjeta decía “Nunca, nadie me dio tanto, en tan poco tiempo. Nunca a nadie, he amado tanto”
Por primera vez desde hacía muchos años, de sus ojos cayeron dos hermosas lágrimas.

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