domingo, 11 de diciembre de 2011

MIENTRAS VEMOS AMANECER

Desde hace unos días
mi cabeza de zapallo triste
insiste en volver a tu guardado bolsillo.

Yo sabes,
amaba tus ojos de bandeja eterna
dos humildes faros al final de las comas.

Y hay noches como anoche,
que vuelvo a quedar huérfana de abrazos
y de la leche tibia de tu pecho
entonces es,
cuando me da por mirar la luna y escribo tonteras
quizás
porque me ensañaste a llorar de esa inútil manera.

¿Por qué cuesta tanto
si las flores no hacen nada y parecen felices?

Penélope tenía por arma una mortaja
Jesús ya estaba armado hasta los dientes
lo único que puedo hacer es comer chocolates.

María,
no quiero ir contra los dogmas
pero sí, me voy contra tu abrazo de ancla.
Hay una tempestad seca allá afuera
y no aprendí a nadar
y me estoy ahogando
y me da vergüenza llorar, como los humanos.

En noches como la de anoche
te vienes con todos ellos
porque el negro, no es sin el blanco
pero tú María, de todo los colores,
eres la única longitud muerta que necesito.