martes, 6 de mayo de 2014

Porque apuntaste cien veces y disparaste mil contra los indios desnudos;
porque el circo romano continúa asentado en los genes de la gradería;
porque aún eres capaz de sonreír donde sembraste un cementerio y piensas...
que las flores huelen;
porque fuiste proxeneta de la palabra
y levantaste un sombrío harem de escritos putos;
porque una columna se aqueo por ayudar a la tuya y pisoteaste su sombra;
porque encendiste fogatas y cenaste
y te hartaste de beber y bailar en la orfandad de otra espalda;
porque a los muertos nunca se les termina la espalda;
porque no es olvido, ni perdón, ni la rodilla doblada al pecho;
porque a la alevosía, a los fusiles, a la traición,
no accede el formato de las disculpas;
porque desde las mazmorras nunca se asiste al encuentro del sol.