viernes, 8 de agosto de 2014

Llevo su boca almendra y el vino rojo de la tarde.
silencios de su bosque lejano
la piel desnuda que me regalo su pecho
los apretados secretos que descubrí en sus manos
aromas que tranzan con el tiempo  y la vida cotidiana
tantos duraznos y manzanas en los dedos
amapolas inventadas y moluscos frescos
para serme concebida en arena de sábanas.
hablo desde la garganta
duele verle quemando restos de este cadáver.

Dulce insensatez ( acaso un vicio)
me cruzan las manos tanta luz violenta
la rigidez de sus muros me volverá insignificante.