martes, 13 de mayo de 2014

2014

Tras las puertas del viejo café
una lluvia fina borra la línea de los árboles
hace frío y el cielo en guerra
se lleva el paraguas de un hombre mayor.
Huérfanamente mía estoy al alcance de tus ojos
desnudando el oído
las arterias
esta sangre que ayer fuera roja y que hoy
lleva el color de tu nombre.
Sentado frente a mí
luchas contra las interferencias y el humo
queriendo arrancar un río de mis labios
desesperadamente abres un túnel en el aire
             siempre al mismo callejón
a esta mesa llena de madera y palabras cruzadas
los dedos negociando entre pelo y abismo
los nervios
solicitando tregua.
Hablamos de la triste realidad del sexo aplacado por la economía mundial
de Venezuela encallando en tu costado herido
nuestra Rayuela no deseando abandonar París
                                  ni este café
ni mi pierna izquierda que ya es una cicatriz en tu flanco derecho
ni el hogar ancestral del celacanto donde yacemos hundidos hasta lo indecible
                                                 
  y afuera
         el graznido de un océano a punto de estallar
          y sobre la mesa

                                la taza detenida




                                 como una bomba.