martes, 18 de septiembre de 2012

Lastimeramente,
siento sumergida en mis venas
la urbe desnuda de tu nombre.


Para engañarme,
esta noche prefiero elegir
una calle prehistórica al azar,
o
tres páginas de un libro
que jamás terminaré de leer.


Por hoy ,
la ideología que cruza mi cuarta costilla
se confiesa agnóstica:
el recuerdo no habla, es mudo, un demonio oculto,
una astilla de esquizofrenia.

Sólo necesito una buena anestesia,
la trinchera eficaz
de una estúpida excusa entre los dientes.