domingo, 25 de mayo de 2014

El agua en el baño es una gotera que se confunde con los pasos del reloj,
el reloj no es más que un recordatorio que el tiempo es una cuerda,
nos pusimos dentro de aquella cajita azul,
cerramos la puerta y me dedique a presionar
cada una de las gotas cristalinas de tu espalda,
las rozaba con la yema de mis dedos, se alargaban,
se quedaban en la humedad de mis labios,
comprendí que los sueños son redondos,
que los aviones cada vez vuelan más rápido,
que el sonido agudo de una sirena no tiene fronteras,
yo debí llevar un un abrigo en vez de lo que llevaba
debí correr hacia el mar en vez de plantar árboles,
no debí cruzar, ni seguir, ni inventar palabras para que rieras,
no debí usar el vestidito frágil de las musas,
las calles pisan igual cuando caminan,
las noches suenan y crujen, rompen los dientes,
nos esparcen por parques, nos muerden.
Nadie me había amado tanto bajo tanta lluvia,
nadie con mi tristeza cobijada hasta el espanto,
 dijiste tengo miedo,
no dejes que mi alma beba la sopa caliente que sirves en tu patio,
no dejes mi pecho dentro de los tuyos,
no le enseñes a mi boca tu lenguaje,
ni menos los insultos porque los gritaré a cada rato,
al tiro,
cuando suba peldaños, prenda la luz, tome una cuchara,
cuando por la radio suene una canción
o cuando beba las tres botellas de vino
que es lo único que puedo declarar o confesar
que me llevo.