Una vez más se me quebró la piel,
mañana el sol empujará mi sobra,
ellos
pensarán que sigo,
yo misma llegaré a creerlo hasta que vuelva,
y me siente a pensar, a tejer esas cosas curiosas,
tristes,
que hilaba antes de caer,
como que vivía en la cuidad de los rincones
y para dormir contaba hormigas que salían de las tablas,
y una flor, de cerca, así, naciendo,
abriéndose lentamente como la muerte.
Asuntos cadavéricos,
como que amé con locura tu pecho,
pero no entero, nunca entero, sino una parte,
aquella que sabía mi canción.
Tu labio inferior que me albergaba del frío,
o tu pupila, de serpiente erguida ida.
En este punto, como hacen los nidos,
enlazaré mis manos, me diré arrullada,
que ningún lugar posee todo,
que hasta mi cuerpo es una larga secuencia de partes,
algunas aman,
otras, alejan
pero infinitamente todas en coro, sufren,
porque la tristeza es como una mancha de nacimiento que permanece,
se superpone,
contamina calles
la tierra que has pisado
este lugar estúpido
donde ya no estás.